Concierto de Oso Leone

by • September 13, 2013 • ConciertosComments (0)2868

Oso Leone y Mallorca

Algo se está moviendo en Mallorca. Una sorprendente oleada de nuevas bandas y artistas que juegan con melodías folk, misteriosas, tenues y contundentes. Será la ensaimada, la sobrasada o el constante repicar del mar contra las rocas del archipiélago, pero el caso es que de “Ses Illes” están saliendo nombres tan interesantes en el panorama musical independiente como Maicalles, Miquel Serra o los inclasificables Oso Leone (sin mencionar que uno de los miembros de nuestro grupo fetiche, Boreals, es también Mallorquín).

Así que citados por los “Caprichos” de la Sala Apolo, en Barcelona, nos presentamos para comprobar que tal sonaban esos Oso Leone de los que tantas maravillas habíamos oído. El concierto servía para presentar su segundo álbum, llamado Mokragora (Foehn Records, 2013), compuesto por nueve canciones que se inspiran en la vida vegetal (Ficus, Cactus, etc…). Además, el disco viene acompañado de “Belle-Île”, un libro creado por los artistas visuales Gabriel Haberland y Mercedes Mangrané, en colaboración con Xavi Marín, vocalista de la banda.

Quietud intensa

Todos los ingredientes estaban ahí (grupo prometedor, Sala Apolo, aforo completo). Solo faltaba que saliera un buen guiso, y el resultado fue excelente.

Durante la hora y media que duró el concierto, podía sentirse esa quietud, rota por la singular voz de Xavi Marín, que aportaba las dosis exactas de intensidad y calma, guiando al público a través del ritmo emotivo de las sinuosas melodías. En todo ese tiempo solo interpretaron dos canciones de su primer trabajo (Oso Leone), Fire y Lobo, que resaltaron, si cabe, la evolución de un Folk más clásico a su sonido actual, mucho más conceptual. Quizá esa conceptualidad de la obra crea en algunos momentos cierto distanciamiento con él público, pero no todo puede ser perfecto, y encajamos el golpe, en parte gracias a otro de los líderes de la banda, Paco Colombás, comandando su batería electrónica que aportaba a los temas ese hecho diferencial, épica y profundidad, que daba una marcada personalidad al directo y que a la vez servia para resaltar la batería principal a cargo de Jonathan Mills.

Mención aparte merece el maravilloso trabajo del bajista Eusebio Alomar, siempre contenido, y con la habilidad de crear diversas líneas de bajo, en forma de loops en un mismo tema, para añadir complejidad y matices en algunos de los mejores momentos del directo.

Además, la aportación de Ruspell (Jaime Rosselló) a los teclados daba el toque definitivo con ese sonido orgánico, hipnótico y envolvente que atrapó a las tres primeras filas de la sala durante el concierto.

Al acabar, quedamos con la sensación de haber asistido en directo a la creación de una obra de arte efímera, única e irrepetible, con sus defectos, pero con una carga tan fuerte de emociones, de profundidad e intensidad, que hubiéramos deseado parar el tiempo para disfrutar un poquito más del momento.

Ilustraciones de Albert Brullet y Sergio Espín

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P.D. Y sí, atraparon apenas a las tres primera filas, porque existe en Barcelona una nueva moda: ya no es importante ir a escuchar a la banda de turno, sino que hay que estar, simplemente. Y así, por desgracia, entre canción y canción descubres un molesto murmullo, in crescendo que se transforma en un barullo de conversaciones cruzadas, una falta de respeto hacia las bandas y los artistas que hay encima del escenario, y una molestia para todos aquellos que vamos a disfrutar de la música, que esperemos que el tiempo corrija.

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