Stoker

by • July 11, 2013 • His Girl Friday, Notas desde aquí abajoComments (0)3056

Por: Elena Ponce

Park Chan-Wook, director coreano responsable de exitosos títulos como Sympathy for Mr. Vengeance (2002) u Oldboy (2003), hace un salto al mercado más comercial con su última película; Stoker, producida por Fox Searchlight Pictures, que, aunque produzca y distribuya títulos más “alternativos”, no deja de ser una gran productora de la industria del entretenimiento hollywoodiense. Es por eso que Stoker llegaba sin demasiados problemas a nuestras carteleras en mayo de este mismo año y de una manera u otra, se convertía en un título interesante y, si más no destacable, dentro de la masa de films mediocres que estamos acostumbrados a recibir.

Stoker es un thriller psicológico cuyo guión, escrito por Wentworth Miller (conocido por su papel protagonista en Prision Break), en manos de cualquier otro director, sin desmerecer el trabajo de Miller, probablemente no se hubiera alejado de lo que nos podríamos encontrar un sábado o domingo en la parrilla televisiva de sobremesa. India Stoker (interpretada a la perfección por Mia Wasikowska), una adolescente introvertida, pierde a su padre el día de su decimoctavo cumpleaños en un supuesto accidente de tráfico, es entonces cuando la misteriosa figura de su tío Charlie (Matthew Goode) aparecerá de la nada para hacerse cargo de la joven y de su irresponsable y estrafalaria madre (Nicole Kidman). La figura enigmática y por momentos prácticamente fantasmal e inexplicable del tío es un elemento narrativo que ya nos habíamos encontrado en La sombra de una duda del maestro Hitchcock en el año 43. Pero la película no sólo asume sus similitudes con este film si no que en sí, bebe de toda la esencia y la puesta en escena hitchcokiana, así como también de conceptos que ya habían tratado antes directores como Cronenberg o Lynch. Así, en manos de Park Chan-Wook, esta propuesta no sólo resulta interesante sino que es tremendamente atractiva y seductora. De hecho, y a mi parecer, prácticamente todo lo bueno que exprimimos de Stoker es la capacidad del director coreano de aprovechar los espacios y rincones narrativos para dotar la forma cinematográfica de detalles que convierten lo que nos cuenta en algo sensorialmente estimulador y atrayente.

Stoker nos habla en cierto modo del deseo, y de cuando este se convierte en una herida de la realidad. Es entonces cuando la pantalla de cine se convierte en una especie de subterráneo en el que, a medida que entramos, vamos perdiendo la distancia de seguridad. Chan-Wook domestica a la perfección esta distancia durante la primera parte del metraje, donde lo cotidiano toma formas insospechadas, un ejemplo de ello sería el descenso de India al sótano de la casa, donde mediante secuencias paralelas una lámpara se balancea como si tuviera vida propia provocando un siniestro juego de luces. Todo resulta confuso y turbio a medida que la intensidad del espacio narrativo es mayor, y es así como nos vamos, poco a poco, enredando en la telaraña de perversidad que esconde cada plano.

Psicológicamente el director juega con nuestros sentidos convirtiendo cada detalle en una experiencia, acentuando el sonido jugoso de un sacapuntas afilando un lápiz manchado de sangre y situándonos en el momento como si nuestra capacidad auditiva estuviera muchísimo más desarrollada. Lo mismo sucede con la inteligente cámara que se sitúa por debajo de los personajes, como si cada contrapicado nos situara metafóricamente en el núcleo de la tensión, en el mismo lugar donde crecen las flores blancas y puras que nacen de la tierra del patio, el lugar donde se esconden todos los secretos monstruosos del film.

Y es que Chan-Wook nos da un papel en todo esto, sí que es cierto, pero nos involucra hasta tal punto que habrá un momento en el que la resolución de la trama quizás no llegue a sorprendernos y nos deje un poco fríos. Y es que toda esta, al fin y al cabo, violencia contenida, llega un momento en que estalla y la información nos llega a modo de flashback demasiado masticado y lógico dentro de un ambiente tan cargado de perversidad y erotismo. Es este manejo no del todo lúcido de la información el que nos puede dejar dudosos ante la simple resolución de la tensión. No obstante, el clima que nos prepara para el final vuelve a construirse con las duras palabras de Evelyn; “En algún momento de nuestras vidas nos damos cuenta de que todo está arruinado, sin remedio. Así que decidimos volver a empezar, y tenemos hijos […] porque queremos que alguien lo haga bien esta vez” .

La maldad de la seducción, presente durante toda la película y destacando la extasiante y erótica escena de la ducha, carga la atmósfera diabólica que nos lleva hasta el rostro de India observando el color de las flores manchadas de sangre, unas flores que no han decidido su color pero de un modo u otro, están infectadas desde que eran semillas. Así, es en este plano definitivamente final, en el que India aparece empuñando un arma y en el que escuchamos la primera estrofa de la canción de Emily Wells “I became the color, I become the daughter and the son, when the feast is over, welcome to another one”, cuando, como decía Park Chan-Wook en una entrevista, el espectador se cuestiona si ella es responsable del tinte que ha salpicado de fiebre lo que en apariencia era virgen y bondadoso. Es, al fin y al cabo, el “complejo todo” que salva la anécdota; la eterna disputa entre el bien y el mal, entre la condición y lo genuino.

Esta vez no os dejo con el tráiler.
Emily Wells – Becomes the color:

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