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Siempre nos quedará Artclic!

by • January 13, 2017 • Conciertos, MosaicoComments (0)2218

Por Xevi Bruguera
Fotos: Marc Latorre

A veces uno se pregunta qué es realmente la música electrónica. Que queda dentro de esta etiqueta, que características debe tener una propuesta musical para quedar dentro de este estilo, y que características, por el contrario, te dejan fuera. La respuesta fácil es, probablemente, la más acertada, pero más allá de ella, todo se complica muchísimo. Decimos respuesta fácil porqué parece que la música electrónica es aquella que utiliza sonidos electrónicos (diferenciarse de eléctricos). A partir de aquí, reconocemos que la mayoría de gente identifica música electrónica, al menos a las primeras de cambio, con música “dance”, por utilizar una etiqueta genérica. Canciones con bombo cuatro por cuatro pensadas para la pista de baile de una discoteca o un club. Evidentemente, estas mismas personas que piensan en música de club cuando se habla de electrónica, y que probablemente piensan en un DJ, no te defenderán que una canción de Kraftwerk, si es que llegan a escucharla, no es electrónica. Pero con un tema de reggaeton o de Black Eyed Peas ya no quedará tan claro, y si hablamos de Tame Impala o de Radiohead, las discusiones serán generalizadas, incluso entre melómanos en general o directamente entre aficionados a este estilo.

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Y parece que la última jornada de Artclic! (lagrimita) nos quería presentar a la música electrónica en el máximo de variantes posible, abarcando cuantos más matices, cuantos más conceptos artísticos, mejor. Para empezar el espacio, Can Fugarolas, una antigua nave industrial rehabilitada para uso social, cultural y de co-working, alejado conceptualmente de la discoteca o del club, aunque el uso de espacios con pasado industrial (Berghain, Razzmatazz) o directamente presente (cuantas raves en naves abandonadas) no sea ninguna novedad en la música electrónica. Continuando con un taller de música electrónica para niños a cargo de Joan Cot, músico desprejuiciado y polivalente, que en la entrevista-diálogo que tuvimos en el Radiocassette, el programa de Mataró Radio, nos comentaba su enorme interés por el citado estilo mientras que, a la vez, nos confesaba su indiferencia absoluta hacia la música de club y todo lo que la rodea. Para acabar de estirar el chicle, Jordi Aliberas i Jordi Sala nos traían una instalación que combinaba sonido y luz con la interacción del público, una especie de detectores de movimiento situados en línea que disparaban ráfagas de sonido y de luz en función del paso de los espectadores por delante de los citados detectores, permitiendo a los más osados e imaginativos la posibilidad de crear algún tipo de composición con todo ello, sin demasiado éxito en el caso de un servidor. Y si todo esto no fuera suficiente, Irma Marco nos proponía seguir unas flechas pintadas/pegadas al suelo que llevaban a una especie de habitación, espartana a más no poder, pero en cierta manera también acogedora (dependiendo quizá de la luz cambiante), y puntuada en una de sus paredes a lo Trip Advisor. Por un lado, aprovechamiento y reciclaje: el mobiliario de la “habitación”, con su cama, su mesa y sillas y lámpara y todo, fue rescatado de la misma, ya que estábamos delante de un antiguo trastero lleno hasta los topes de cacharros en apariencia inservibles. Por otro, crítica a la locura imperante en nuestra sociedad de redes sociales, a la necesidad de puntuarlo todo, nuestra vida puntuada y evaluada en cada detalle.

Entramos en territorio conciertos, que la multidisciplinaridad (creo que me acabo de inventar una palabra) nos dispersa. Empezamos con Iklo, el proyecto de Joan Clos, esta vez tocando el vibráfono, acompañado de Marcos Bernabé con el laptop y Anna Pascual en las acrobacias circenses en barra horizontal. Instrumentación orgánica sampleada a tiempo real, troceada y reproducida mientras el sonido original sigue siendo sampleado, autodiálogo, como un loco hablando solo con fragmentos de sus anteriores frases. Música fluctuante, líquida, elaborada a tiempo real y a tres bandas, creciendo y mutando delante de nuestros deslumbrados ojos, nacida de la interacción entre dos músicos, una acróbata y un espacio único, genial, un antiguo montacargas con una iluminación tenue, colorida a ratos, también variable. Idea básica, la variabilidad, si se quiere crear un diálogo rico, reducir al máximo los elementos fijos, la libertad del jazz, aprovechando cualquier elemento, desde el sonido de objetos metálicos pertenecientes a la maquinaria del espacio hasta la interacción con un niño que hizo del escenario su sala de juegos. Joan nos decía en la entrevista radiofónica que el concepto clave para separar lo aleatorio de lo musical en un estilo como el free jazz era el diálogo, y que dicho diálogo se apreciaba en su plenitud en el directo. No nos queda otra que darle la razón al cien por cien.

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Ahora me desvío un poco. Es tremendamente satisfactorio para el firmante estar redactando una crónica de un evento de estas características desarrollado en Mataró. No en Barcelona, ni en Berlín o Londres o París, sino en Mataró, libre y tropical, capital del Maresme y todo lo que queramos, pero que a nivel de música electrónica era un páramo desolado y deprimente hasta que dos amigos y músicos creyeron que era posible algo inimaginable para la mayoría. Artclic! nace en la mente de Marc Latorre y Raül Sala, y es de justicia reconocerles su esfuerzo y su ilusión a lo largo de todo el ciclo, su voluntad para sacar todo adelante, entre ellos y un grupo de ilusionados colaboradores que hemos intentado aportar nuestro granito de arena para que algo que nacía con aires de aventura haya llegado a buen puerto. La última jornada no podía ser diferente, y Marc y Raül, trabajando detrás de la barra, pasaban al escenario (con el morro de un antiguo Volkswagen presidiendo la actuación justo delante de los artistas y sus aparatos) y se transformaban en Talcö, el dúo de electrónica luminosa, ciberdélica, billete de ida a las cumbres melódicas que a ratos recuerdan a Orbital, a Daniel Avery, Jon Hopkins o Throwing Snow, a ratos la indietrónica de Morr Music, la pista de baile presente, pero al fondo de la escena, y por delante melodías, cálidas y frías a la vez, luz blanca en el frío invierno, emociones vistas desde una distancia melancólica, como recuerdos dulces y agradables, pero en cierta manera tristes por añorados. Utilizando cuatro temas inéditos como avance de su próximo álbum para iniciar el live, continuando con cuatro de sus anteriores trabajos y un bis, la coherencia del sonido y las señas de identidad están ahí: arpegios, colchones percusivos de hi hats (con esa especie de redobles que permite el Ableton Live), crescendos continuos, jugando con las melodías, los filtros, la distorsión de los bajos, a ratos en forma de pads sostenidos, a ratos con progresiones melódicas ochenteras o incluso techno poperas, en contraste con los subbajos imperantes en la electrónica bailable de hoy en día. Comentario unánime entre el público: colócalos a las tres de la mañana delante de miles de personas cerrando un macrofestival y lo petan.

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Para acabar con el abanico de propuestas de la jornada, Karam ejerciendo de DJ. Hace ya varios meses, poco antes de la actuación de Marc Nürel, el propio Karam me estuvo comentando que debido a su colocación dentro del orden del festival (el último) y a la naturaleza de muchas de las actuaciones, había acordado con Raül y Marc que su sesión fuera directa al grano, techno guerrillero de bombos a negras marcadísimos, pitch elevado, sudor, morros fuera, subidones distorsionados, mezclas rápidas y un aire old school. Aviso: no se hacen prisioneros. Y así fue: dentro del meollo reconocí un tema de Alan Fitzpatrick, productor de Techno duro actual, algunos clásicos de cuando el house y el techno no eran tan diferentes o los dos bises de turno: El Blue Monday de New Order y el You Spin Me Round de Dead or Alive, nostalgia techno popera. Fiesta para despedirse de unos meses donde los alicientes musicales a pocos minutos a pie de mi casa han sido constantes, algo a lo que no estoy muy acostumbrado, para que negarlo. Esperemos que todo esto no haya hecho más que empezar.

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