gas

Gas en el PrimaveraSound

by • June 9, 2017 • Conciertos, MosaicoComments (0)1510

Por Xevi Bruguera

Wolfgang Voigt tuvo una infancia complicada en ciertos aspectos. Parece que tenía cierto grado de Asperger y que las escapadas a un bosque cercano a Colonia, llamado Königforst, le permitían cierto respiro al estrés provocado por las dificultades de comunicación e interacción social derivados de su condición. Cuando el niño paso a muchacho y tuvo sus primeras experiencias con drogas, enseguida tuvo la idea de irse a su bosque preferido y experimentarlo a través de la lente psicodélica que proporciona el LSD. Las sensaciones derivadas de estas experiencias psicoforestales acabaron siendo la principal fuente de inspiración de su proyecto más aclamado, Gas.
Y el citado proyecto llevaba aparcado desde el 2000, y todos sus seguidores teníamos más o menos asimilado que era una página de la historia de la música electrónica que estaba totalmente cerrada, cuando de pronto, repasando el alud de nombres del cartel de este año, vimos las tres letras, GAS. Y al poco, noticias del lanzamiento de un nuevo álbum, el quinto, el primero en 17 años. Euforia por parte del firmante. ¿Pero que hace que Gas, después de 17 años de su última publicación original, siga despertando tanta expectación entre los fans de la música electrónica? Pués su combinación única entre música ambient y bombos 4×4, la calidad de su sonido, la originalidad de su propuesta. Narkopop, su último disco, es más de lo mismo, como si los 17 años fueran dos o tres a lo sumo. ¿Pero qué importa que siga haciendo la misma música, cuando no hay nadie que haga nada parecido?
Así que nos plantamos a las 00:45 (esa solapada con Skepta, diooooosss), ilusionados, a una distancia calculada para maximizar la calidad de sonido, rodeados de no demasiada gente, y dispuestos a vivir un concierto muy particular. Aquí el estímulo sensorial lo es todo. El artista y sus movimientos, la iconografía de adoración roquera, tararear las canciones, la interacción público-banda, todo esto no pinta nada. Voigt se sitúa detrás del ordenador, prácticamente a oscuras, empezamos a escuchar los sonidos satinados de estática suavizados, como de escapes de aire, de gas, las cuerdas orquestales loopeadas, las capas de sonido se van acumulando, una encima de la otra, los contornos se difuminan, no hay principio ni final, no hay desarrollo claro, no hay dinámica, ni coros ni puentes, ni parones ni subidones. Se emborronan los contornos temporales, el espectador se encuentra en un presente continuo. Los visuales son imágenes infinitas de bosques, que se mueven suavemente, giran, se acercan y se alejan de forma casi imperceptible. Las imágenes son tranquilizadoras por comunes y conocidas, pero el filtro de los colores, de los movimientos, le da un toque marciano, las descontextualiza, es un bosque, un simple y anodino bosque, pero a la vez es absolutamente hipnótico y bello. Como la música que escuchamos.
La inmersión es total. Empieza a sonar un bombo amortiguado, sin ataque. Potentísimo, crea dinámicas con los pads, la estática y las cuerdas, pequeños cambios inapreciables pero continuos. El tiempo pasa, aunque parezca que flotamos en líquido amniótico, el bombo los latidos de un corazón ajeno al que estamos sincronizados. Sería absurdo hablar de canciones. Voigt interpreta Narkopop entero, pero eso es lo de menos. Gas es una experiencia unitaria, un tema 60 minutos, que por momentos parece durar 10 horas y por momentos 10 segundos. No sé si calificarlo como uno de los mejores conciertos en los que he estado, creo que las comparaciones serían absurdas, Gas juega a cosas diferentes, y puede ser un concierto horrible enfocado según ciertos parámetros. Pero hay algo indiscutible: como consigas entrar en su música, no vas a querer abandonarla nunca.

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