El Héroe Desnudo

by • February 27, 2013 • Discursos Acelerados, Notas desde aquí abajoComments (0)3918

Por Daniel Lasmarías

Vuelve Paul Verhoeven. Prepara para este año la adaptación de la novela de Louis Couperus, “La fuerza silenciosa”. Vuelve uno de los mejores directores de la actualidad y vuelve un tipo de cine destinado a conmovernos y a atacar nuestras retinas. Paul Verhoven siempre ha renunciado a eso llamado cine de autor, él hace cine para que la gente lo vea. Nos da lo que queremos ver, aunque no sea bonito (o por eso). Vuelve, en estos tiempos de cine comercial descafeinado, una de las mejores muestras de que es posible otra vía: un cine popular, vivo, inteligente y emocionante. Puede que el director ya esté mayor, pero esperemos que su cine siga igual que siempre… porque lo necesitamos. Aunque no lo sepamos, siempre lo hemos necesitado.

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Para Paul Verhoeven las mejores historias son historias de supervivencia. Ahí está la esencia de su cine, no en la violencia o en el sexo, sino en unos personajes perseguidos y humillados. Sus héroes se ven rebajados al lodo y desde allí ascienden pisando cabezas y amputando miembros. Es la esencia de la épica… cuanto más hondo estás hundido, más hermoso es el ascenso.

Katy Tippel (1975) contaba la historia, ambientada a finales del siglo XIX, de una muchacha y su familia que emigraban a la gran ciudad. Allí la joven era humillada por el proletariado y por la burguesía; por hombres y por mujeres; incluso por su madre, que ante la falta de alimento la lanzaba a la calle para prostituirse. Pero tras la caída, venía el ascenso y la película terminaba con ella en la cama seduciendo a un rico heredero. La heroína triunfaba usando métodos ruines. Pero Verhoeven no se cuestiona la moralidad de esos actos, simplemente nos cuenta una historia de supervivencia y él sabe que la ética no importa cuando se está acorralado. No e bonito, pero, como ya hemos dicho, sí es hermoso.

En estas historias de supervivencia el sexo es un arma. Curiosamente cuando el acto viene propiciado por el amor Verhoven recurre a la elipsis. Cuando simplemente es un medio para otra cosa, un arma, su cámara lo recoge salvaje y violento. No hay amor ni en Instinto Básico (1992) ni en Showgirls (1995). Igual que narra con pelos y señales navajazos y palizas, lo hace con el sexo. Nos enseña al héroe desnudo, ascendiendo brutalmente, sin moral.

Su cine no es fácil. Hay siempre una doble lectura, un subtexto. Nos cuenta una cosa, pero nos quiere decir otra. Los noticieros de Robocop (1987) o de Starshisp Troopers (1997), por ejemplo. A veces, esta verdad oculta, el verdadero sentido de la película, está tan escondida que lo que sientes no es más que una leve sensación de incomodidad. Parece todo normal, pero algo falla, como si no pudieras montar un sencillo puzzle infantil. A veces, es esa sensación la verdad oculta tras película. Un juego.

Porque Verhoeven juega con sus espectadores. No marca el límite entre el sueño y la realidad. Nos confunde a nosotros y cuestiona a sus héroes. El protagonista asciende, se impone a sus enemigos… ¿pero realmente es un héroe? ¿Acaso el protagonista de Desafío Total (1990) no era el malo de la función o quizás fue un sueño o quizás todos mentían y siempre fue un buen tío? O en El Cuarto Hombre (1983), dónde la fantasía inunda tanto la realidad como para llevar a la locura al héroe (por otra parte, una persona ruin y desagradable).

En su cine casi siempre hay un traidor. Sus protagonistas no son buenas personas, pero el traidor lo es menos. La traición marca la diferencia entre el bien y el mal. Es el motor de su cine, lo que impulsa al héroe a levantarse y a trepar. En Eric, oficial de la reina (1977) o en El Libro Negro (2006) más que una traición a la patria, se trata de una traición al grupo, a la comunidad. Sin embargo, la venganza es un acto personal. Y violento. Una meta a la que llegar.

Para Verhoven las mujeres son las mejores protagonistas. El héroe perfecto es una heroína. Porque su descenso es más humillante y, por lo tanto, su ascenso más luminoso. Es su fragilidad lo que nos conquista… es la atrocidad de su venganza lo que nos conmueve. Su cine iguala al hombre y a la mujer, los iguala en crueldad, los iguala en el sexo y en la violencia.

Cubiertos de inmundicia el rico y el pobre son iguales. La mujer y el hombre, también. En sus películas siempre hay una escena en un retrete o en un baño. Suele ser escatológica. Para el director ese es el mejor escenario, cuando más indefensos estamos, más desnudos, cuando somos relamente nosotros mismos. Vemos al héroe desnudo (física y moralmente), tremendamente humano, y Verhoeven nos dice “tenéis que amarlo”.

No hay un trasfondo social o de género en el cine de Verhoeven. Sólo personas egoístas, traicionadas y vengativas. Es el triunfo del individuo. Todo lo demás es una gran mentira.

Porque como en el epílogo de El libro negro, la vida no es si no una broma macabra.

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