Surgidos directamente del underground barcelonés, Sandré es una de esas bandas que conquistan sin esfuerzo con la primera escucha. Tras ese “Ave Muñón” que los puso en órbita en 2019, llegó tan solo un año después el rabioso “Trunel”, un EP con el que lograron darle salida a toda la frustración de una época en la que nuestras peores pesadillas se hicieron realidad. Y ahora, siguiendo con esa estela espídica, el conjunto regresa desde las lujosas instalaciones de Hotel Records con “Miedo la vida”, para confirmar que el lapso pandémico no ha hecho mella ni en ellos ni en ellas.

Un corte que, según explica la propia banda, está inspirado en el eneagrama -un sistema de clasificación de la personalidad basado en ideas de origen místico y oriental- “y en cómo este casi parece una lotería de traumas”, bromean. Es, por tanto, esa interpretación banal y satírica de cada uno de los eneatipos la que orienta “Miedo la vida”, que plantea además una conclusión tan certera como universal: “Aquí no se salva nadie, da igual tu horóscopo, tu eneatipo o el drama que cargues, todxs estamos jodidxs y a todxs nos asusta, pesa y abruma la vida (por lo menos a nosotrxs 4)”, aseveran.

Y pese a lo que pueda parecer, no todo es angst generacional en este flamante avance de Sandré porque, como en casi todos sus temas, su intención va mucho más allá. Y no es otra que “reírnos de todo y de todxs, sobre todo de nosotrxs mismxs”. Por eso, la banda no duda en avisar de que sería “maravilloso ver a la gente en nuestros conciertos gritar ‘nos da miedo la vida’” con una sonrisa en la cara”. Deseo concedido.

Y para completar este flamante lanzamiento, el conjunto lo ha acompañado con un vibrante videoclip en el que ellos mismos son los protagonistas. “Salimos de un agujero para vivir en otro -explican- así que “Miedo la vida” es un grito a toda la gente que camina sin pensar que está caminando, constantemente alejada del presente y de eso que la hace ser especial. Nos da miedo la vida pero salimos a gritarlo”. La pieza está dirigida por Carles Pons y se rodó a medio camino entre Calella y Barcelona.

La idea, una vez agarraron los instrumentos, estaba clara: gritarle, partirle la cara al temblor, a las mezquindades de la vida moderna y a todo lo que les viniera en gana. Por eso, en sus directos no entienden de distancias profilácticas y, cuando empiezan a tocar, sabemos que va a haber refriega de la buena.

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