Weekend

by • April 4, 2013 • His Girl Friday, Notas desde aquí abajoComments (0)2534

Por Elena Ponce

Al ver películas como Weekend, siempre me viene a la cabeza una frase de La ciencia del sueño (Michel Gondry, 2006); “el azar es muy difícil de lograr, la organización siempre se vuelve a fusionar si no prestas atención”. En el cine todo suele partir de una organización preconcebida, de una estructura determinada o una supuesta manera de explicar las cosas. Es quizás la idiosincrasia independiente de Weekend la que nos aleja de lo que una historia de amor tiene que ser para que venda y nos acerca a lo que todos podemos identificar en nuestra cotidianidad, en nuestro día a día. Esta es la estrategia que sigue Weekend, presentándonos únicamente a dos personajes, alrededor de los cuales gira la trama. Glenn, desubicado en su propia inmensidad, y dolido por una relación amorosa fallida, tiene la maleta preparada para irse a estudiar un curso de arte contemporáneo a EEUU. Sin embargo, Russell, socorrista en una piscina, vive su día a día de manera inerte, sin plantearse la posibilidad de superar sus miedos o investigar sus inquietudes. Es el azar el que hace que estos dos personajes tan diferentes se encuentren una noche en una discoteca y pasen un fin de semana juntos, que será suficiente para hacer temblar los cimientos o las premisas que ambos utilizaban para ir sobreviviendo en sus habituales y monótonas realidades.

Weekend estrenada en 2011 y que llegó a este país el mes pasado, suerte que no tuvo su director con su primer largometraje (aquí lo mejor siempre llega tarde, o no llega), está escrita y dirigida por un gran observador, Andrew Haigh, capaz de servirse del diálogo y en menor medida de las situaciones y los escenarios, para ir creando un mundo revelado en sus debidas dosis de intimidad. El humor de los personajes es lógico y recurrente, los diálogos espontáneos ayudados de las grandes actuaciones de Tom Cullen y Chris New y de un tratamiento técnico donde abundan planos indirectos dejando, en demasiadas ocasiones, el foco de acción principal detrás de una valla o de otras conversaciones, hace que a veces pensemos que estamos delante de un documental. Es un ejemplo de este tratamiento la escena en la que ambos se encuentran en la discoteca y mediante un plano espejo nos muestra una mirada de reojo de Glenn a Russell cuando este sale del lavabo. Se trata de un gran universo sutil, personal e íntimo y observado con lupa dentro de la hasta ofensiva simpleza cotidiana.

Esta concepción de historia de amor intimista y sencilla pero trabajada, basada incluso podríamos decir en los hechos reales que cada uno de nosotros puede señalar en su experiencia o en la de los demás, nos recuerda, como muchos han dicho anteriormente, a la mítica Antes del amanecer, que en breves se convertirá por fin en una trilogía, en la que dos desconocidos (Ethan Hawks y Julie Delpy) se conocen en un tren y pasan dos días en Vienna. Si bien Antes del amanecer y Weekend están cortadas por el mismo patrón, muchos han puesto en duda el tipo de público al que se dirige esta segunda por tratarse de una historia de amor entre dos hombres. Es curioso ver cómo dentro del mismo film Glenn intertextualiza su situación como artista con lo que un espectador podría pensar al leer la sinopsis del film, “el problema es que nadie la irá a ver porque se trata de sexo gay” (en referencia a una exposición de arte), “los heterosexuales no irán porque no tiene que ver con su mundo”. Y no le falta razón en cuanto a los prejuicios que se tienen con Weekend, ¿a qué heterosexual le apetece ver a dos hombres practicando sexo anal? Esa es de manera indirecta la línea que sigue el film, rompiendo tabúes ya no sobre la homosexualidad en si, sino evidenciando la asumida involuntariamente e incluso ignorada homofobia que hay en nuestras sociedades.

Pero lo interesante es que más allá de plantear esta situación, consigue superar la historia antes vista de la condición sexual de sus protagonistas, o de sus dificultades de relación entre ellos y para con el mundo, ya que temas como la intimidad, la irónica incapacidad de comunicación entre personas y la carencia de identidades o metas en la juventud también están presentes durante todo el metraje. Además, su éxito y su calidad, igual que pasaba con Antes del amanecer, se basa en un romanticismo alejado de todo edulcorante o situación forzada, busca el análisis de un miedo natural que surge al encontrar a alguien que de repente parece completar aquellas piezas que nos faltan, dando así una visión realista de lo que dos personas pueden sentir la una por la otra sin explicitar en ningún momento si se trata de la búsqueda del amor, del compromiso o simplemente de encontrar un lugar en el mundo que nos rodea. Así es como consigue Haigh, con gran delicadeza y cuidado, el azar del que hablaba al principio, cuya representación a veces es mucho más complicada que conseguir artificio y efectismo. Así pues, estos son detalles los que hacen de una película intimista y aparentemente encerrada en sus propias barreras, una historia que nos toca de muy cerca, más de lo que, de entrada, por cuestiones de involuntarias costumbres sociales, nos podemos llegar a imaginar.

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