Lazzaro Felice (2018) es la película más descolocante del festival. Explica la historia de Lazzaro, un don nadie que trabaja para una marquesa en un pueblo perdido de Lombardía. Lazzaro hace amistad con el hijo rebelde de su ama y juntos planean su secuestro. Y esto es parte del argumento, porque explicar más sería hacer spoiler de la maravilla de guión de este film de Alice Rohrwacher. La película transita en libertad desde el cine social hasta la comedia clásica italiana con algunos toques de Passolini. También Visconti, sobre todo por Rocco y sus hermanos y  El gatopardo. Un cúmulo de referencias, y aún faltan más, que la convierten es una de las joyas del festival por su capacidad de mezclar naturalismo, comedia y crítica social. Porque Lazzaro felice nos habla de esclavitud en Europa en pleno siglo XX y también de cómo el mundo ha cambiado para seguir igual.

Mandy (2018). Para este crítico Mandy ha sido toda una sorpresa. Habiendo perdido toda esperanza por un film protagonizado por Nicolas Cage, es cierto que a las órdenes de Panos Cosmatos (Beyond the Black Rainbow) la cosa podía salir mejor. En plan tagline, Mandy explica la historia de una mujer depresiva que cae en las redes de una secta y la posterior venganza de su marido. Nada nuevo en el universo de personajes psicóticos de Cage. La interesante aquí es el tratamiento audiovisual de la historia (eso que muchos han odiado). La primera parte de la película es una sinfonía de colores e imágenes superpuestas y encadenadas. Un prodigioso montaje hipnótico que nos permite entrar en el mundo depresivo de la protagonista tocada bajo el signo de Saturno. Hay que incluir el precioso colchón de sintetizadores del desaparecido (y más llorado) Johann Johannson. La segunda parte es un delirio persecutorio de un marido enajenado vengando a su mujer. Y aquí el director despliega todo el imaginario entre Mad Max, Conan o las típicas ilustraciones fantásticas del Heavy Methal. Casi nada.

Climax (2018). Gaspar Noé es uno de los directores amigos de Sitges ya que por sus pantallas han desfilado todos sus títulos: Carne, Irreversible, Enter the void y Love. Con todos ha levantado la polémica (a veces justificada, otras no) y Climax, su nueva película, no podía ser menos. La excusa del film es hacer un documental sobre unos bailarines de danza moderna que Noe después mezcla con unos dramáticos hechos ocurridos en los 90. El resultado es un esplendoroso film construido a basa de planos secuencias (el último y más espectacular dura 20 minutos) que muestra una fiesta en la que el alcohol y las drogas provocan un trágico final. Noe insiste mucho en que es una película francesa, incluso una gran bandera gala preside la discoteca dónde transcurre íntegramente el film. Y a más de uno/a le ha dado por pensar si no nos estará hablando del conservadurismo, el racismo y la homofobia en ese país. La banda sonora, espléndidamente acompañada con coreografías, incluye temas de Cerrone, M/A/R/R/S, Daft Punk o Dopplerefekt mezclados por Kiddy Smile en directo.

The House that Jack Built (2018). Lars von Trier ha vuelto al género por la puerta grande y de la mano de un espléndido Matt Dillon. Jack es un psicópata en toda regla: maniático hasta el tedio, ordenado, limpio, metódico… Durante todo el film relata sus asesinatos a un personaje que en la espectacular parte final descubriremos. El director danés no tiene ningún remilgo en explicarnos que a Jack la muerte le ha cundido. Al principio da risa pero a medida que avanza la historia los asesinatos de Jack se hacen incómodos. De ahí un brillante epílogo en el que baja a los infiernos, literalmente. Pero Trier, como ya había hecho en Nymphomaniac, utiliza el film para colocar sus propias reflexiones. En este caso Trier no viene a decirnos que consideremos el asesinato como una de las bellas artes, no. Reflexiona sobre la figura del creador y el artista y de su poder constructivo o destructivo. Y es que Trier lo pasó mal cuando fue considerado persona non grata en Cannes por afirmar que “comprendía a Hitler” y necesitaba explicarlo en una película.

Under the Silver lake (2018). It Follows fue un aviso  de que David Robert Mitchell podía sorprendernos con historias originales. Su nueva película despliega todo el imaginario del Los Angeles misterioso sumando nuevas mitologías de esa ciudad a las ya desplegadas en Puro vicio o Mulholland Drive. Robert Mitchell sigue los pasos (perdidos) de un millennial despistado que se obsesiona por su vecina desaparecida. Junto a él iremos viviendo diversas aventuras paranoicas como la mujer búho, los asesinatos de perros, el peligroso Silver Lake o el misterioso chale del Compositor. Under the Silver Lake es un refrito de referencias pop desde los videojuegos de Mario Bros al mito de Hollywood como ciudad fagocitadora. Todo para recordarnos que la sombre de Hitchcock es alargada. Aunque atractiva, con estos materiales podría haber salido una obra maestra. La próxima ocasión…

Dragged Across Concrete (2018) es una de las películas más esperadas del festival. En parte porque S. Craig Zahler, su director, posee dos títulos de culto entre los amantes del género: Bone Tomakawk i Brawl in cell block 99 (corred a verlas insensatos). En su nuevo film revisa ese género tan ochentero como son las Buddy movies, o sea, las pelis de acción con una pareja de polis como protagonistas.Y ha elegido, ni más ni menos, que a Mel Gibson mítico por su saga Arma letal. El argumento: dos polis son retirados por violentos y realizan investigaciones sobre un caso por su cuenta. La cosa se complica con el robo a un banco que acaba con un baño de sangre. No se puede negar que Craig tiende a la hiperviolencia y que, su impresionante estilo, se caracteriza por una ralentización de la acción. Y ese es uno de sus problemas: casi 3 horas para resolver un asunto que el cine comercial remataría en la mitad.

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